Hoy es Sábado Santo y la Iglesia, después de haber conmemorado la Pasión y Muerte del Señor, se prepara para celebrar al Resucitado. La mayor de esas celebraciones es la “Vigilia Pascual”.
Duelo transformado en esperanza
Las primeras horas del día están marcadas por un espíritu de duelo, que prolonga el ambiente de silencio y meditación de la víspera. Son horas de espera en las que los católicos recuerdan que Jesús fue colocado en el sepulcro y después descendió a los infiernos.
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¿Qué diferencia hay entre la Vigilia Pascual y el Domingo de Resurrección?
Ciertamente son horas de espera, pero no de soledad. La Madre de Dios, María, acompaña a sus hijos en este trance, en el que Dios parece ausente. La Virgen permanece firme al lado de la tumba de su Hijo, fortaleciendo la fe, la confianza y la esperanza de todos sus hijos.
Luz que aleja las tinieblas
Más tarde, entrada la noche, tiene lugar la celebración eucarística más especial del año litúrgico: la Vigilia Pascual, ‘la liturgia de las liturgias’, ‘la misa entre las misas’, en la que se celebra la noche bendita en la que Jesús resucitó y coronó su obra de salvación.
Celebrando la victoria de nuestro Dios
Durante la Vigilia Pascual se realizan tres símbolos importantes. El primero es la celebración de la luz o del fuego. El sacerdote bendice la fogata ardiente ubicada fuera del templo y, tomando fuego de esta, enciende el cirio pascual, símbolo de Cristo. La luz del cirio acaba con la oscuridad.
El segundo se da en la celebración dentro del templo. Allí se entona el Pregón Pascual, poema del siglo IV que proclama el cumplimiento de todas las promesas en Cristo, quien recibe la gloria y el honor para siempre.
La liturgia de la Palabra se articula en una secuencia de siete lecturas en las que se recuerda la historia de la salvación, desde la Creación del mundo hasta la Resurrección del Señor. En esta parte, resalta la lectura del libro del Éxodo en la que se narra el paso del pueblo de Israel por el Mar Rojo, cuando los judíos huían de las tropas egipcias que los perseguían y fueron salvados por Dios.
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Esa acción divina fue primicia de lo que sucedería después: Dios salvaría de nuevo a su pueblo, pero esta vez lo hará entregando a su Hijo amado.
El tercer momento se produce cuando los fieles renuevan las promesas bautismales, renunciando a Satanás, a sus seducciones y obras. Esto se lleva a cabo frente a la pila bautismal -o un recipiente adecuado que haga las veces- y se cantan las letanías invocando a todos los santos, como expresión de la unidad de la Iglesia militante con la Iglesia triunfante.